UNA NOCHE CUALQUIERA, EN PLENA CUARENTENA






 

Parce creo que nos cogió la tarde —Le comentaba al primo, mientras empujaba la bicicleta por una loma aledaña al Colegio José Antonio Galán.
—Primo y si grabamos algo en la cancha, eso es muy parchado allá y hay un gran árbol —el primo me habló con su mirada perdida y me recibió la guitarra que cargaba en la espalda.
—¡Vamos, De una! Y miramos a ver que nos sale —giré la bicicleta y nos metimos por un pequeño camino de herradura.

Recuerdo cuando jugaba fútbol en la placa, así la llamábamos ¡La placa!, cuantas discusiones y peleas tuve allá, cuantos amores abracé al lado del colegio, cuantos amores se quedaron en las miradas y en el silencio; entrar en la placa a esa hora me recordó el pasado y pude sentir esa felicidad y ese goce que me producía la juventud.

—Esto ha cambiado mucho brother —le dije al primo.
— No sé, para mi sigue igual —el primo soltó una sonrisa y continuamos nuestro camino.

Nos demoramos algunas horas y tomamos muchas fotos, las cuales no se veían a nuestro gusto, porque eran tomadas con un celular de gama media, pero eso no importó, en fin o al menos lo que yo pienso, una foto es un instante y un sentimiento que nos llena el alma. 

Luego y varias horas después, llegamos a la casa de mi tía y por supuesto nos regaño, porque nos habíamos quedado hasta tarde de la noche en plena cuarentena.  

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